lunes, 9 de mayo de 2011

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Cuando no tengo muchas cosas en la cabeza me gusta mirar a la gente; escrutarla, ver que hacen, cómo actúan, cómo visten, etc. Hoy día es uno de esos días. 

Lo primero que vi, estando dentro de la T, fue a dos, hasta ese momento gringas, queriendo llegar al Bus. Una, la más voluptuosa, corría con un brazo en alto haciéndole señas al conductor para que pare, y con el otro conteniendo su pecho para evitar un movimiento descontrolado. La otra caminaba un poco acelerada detrás de ella riendo. Se sentaron atrás. Hablaban en Francés.
Cuando me paré junto a la puerta para bajar les pregunté, en francés, si les gustaba el Perú, y les dije que el Perú era lindo. Se quedaron turulatas. 

Apenas bajé de la T me encontré caminando, frente a mí, a un personaje rarísimo; algo a lo Sirius Black. Llevaba el pelo largo como yo, con todo el cerquillo tirado para un lado para poder ver, pero su pelo estaba tan sucio que formaba hebras gruesas brillosas que se separaban de su cabeza y bajaban a, aproximadamente, un centímetro de distancia de su cuero cabelludo -la grasa de la base era tan fuerte que las mantenía en pie-. Tenía la barba de un par de días, y llevaba un soul patch como el que lleva Frank Zappa debajo de la boca, sólo que este era gigante, formaba una colita, y le llegaba casi al final del mentón. Usaba un bluyín, un polo oscuro y cargaba una bolsa en la mano derecha llena de cajas con el logo de una marca de herramientas que no recuerdo en este momento.
Pero, lo más extraño, era que, de atrás se veía que llevaba algo, una pieza de tela, amarrada en cruz por el pecho y la espalda, y por la expresión que marcaba en la cara habría pasado como un bandolier, un par de esos cinturones con cartuchos de balas que llevan los soldados en la guerra y en las películas. Pero, cuando lo vi de perfil (el primer momento en que lo vi), noté que el lado de adelante era relativamente rechoncho; llevaba un bulto grande, al que le hizo cariñito, por lo que creo que era un bebé. Pero no me cabe en la cabeza. 

Pero, lo más extraño, fue el personaje que vi de regreso a mi casa. Había un gringo sentado atrás. Llevaba un polo turquesa con una camisa a cuadros naranja con azul y blanco cerrada hasta arriba. Un short verde oscuro, zapatillas Adidas verdes con amarillo y una mochila negra sobre las piernas. También tenía el pelo largo como yo, pero era rubio y con una bandana roja alrededor de la cabeza y lentes modelo Aviador con lunas tinte morado oscuro. Pero lo más raro era que escuchaba música con unos headphones vintage de color celeste con marrón, y movía la cabeza de una manera única. Desenfrenada. A veces para arriba, como si Will Smith le estuviera gritando "Nod yo' head!", y luego, en cualquier momento y en otro ritmo cambiaba a moverla de lado a lado, como si negando algo muy enfáticamente. Luego paraba, y de repente, en cualquier momento, volvía a empezar.
Cuando bajó se quitó los lentes, y sin lentes ya no se veía tan cool.

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