Cuento

A pedido de algunos lectores, he aquí un cuento que escribí el año pasado:


Persecución

Él corría, corría y corría; tenía a sus perseguidores pisándole los talones. Saltaba sobre automóviles antiguos, doblaba en las esquinas y por las calles oscuras, intentando perderlos, pero seguían ahí. ¿Que había hecho?, él también se lo preguntaba, apenas lo divisaron entre la multitud de gente empezaron a corretearlo, gritando su nombre por las calles. Minutos después de que empiece la persecución su rostro y su Número de Registro se veían en todas las pantallas gigantes de la ciudad, haciendo su fuga mil veces más difícil.

El sol desapareció a su derecha, dando paso a la tercera luna, la luna más oscura de las 5 del planeta. Eso era bueno, pues habría poca luz y podría escapar fácilmente.

Solo sabía que tenía que correr, sin parar, para salvar su vida. Sirenas se escuchaban detrás de él, lo que indicaba la llegada de más tropas; ahora no solamente tenía varios motorizados persiguiéndolo a toda velocidad sino también tres cabinas antigravedad, las cuales lo señalaban con fuertes luces cegadoras. Casi podía sentir el vapor frío que salía de los motorizados en su cara, se puso la capucha en la cabeza y se la amarro fuerte.

Volteó en una avenida principal; un mar de gente transitaba en todas direcciones. Empezó a correr a través de la gente, empujándola, haciéndose paso entre todas las razas que había visto en su vida (plumíferos, humanos, escamosos, reptantes, peludos, acuáticos, androides, cucarachas, etc.). Veía su rostro en las pantallas gigantes, y su número junto a una frase que no lograba escuchar eran transmitidos por altoparlantes que estaban fuera de vista. El rugido mudo de los motorizados se iba alejando, pero las luces seguían sobre él.

Salió de la avenida principal, aparentemente las cabinas le perdieron el rastro. Volteó en una esquina y divisó un par de patrullas motorizadas al otro lado de la calle, se aproximó sin que se den cuenta y los tumbo con fuerza. Inmediatamente cogió el motorizado y acelero al máximo.

Su reflejo se multiplicó varias veces en las miles de ventanas y planchas de aluminio que tenía a los lados, la ciudad parecía un laberinto, y él volteaba en todas las esquinas para así perder a los patrulleros a quienes empujo minutos atrás. Casi atropella a un plumífero y cuando estaba cerca a las paredes de la ciudad se prendió la lucecita roja de “Hidrógeno bajo”.

Paró en un callejón oscuro y dejo la moto tirada, sacó la cabeza a ver si alguien le seguía el rastro pero no vió ningún vehículo; el sonido de los motores y las sirenas se alejaba en varias direcciones. Se agarró el cuello y noto una bolita, la despego y se la acerco para verla; tenía una lucecita roja, inmediatamente la aplasto. “Era un rastreador” pensó. Caminó por el lado oscuro de la acera cautelosamente, con la oreja parada por si escuchaba ruidos cercanos.

Siguió caminando y llegó a un cruce; en el preciso momento en el que piso la transversal luces lo apuntaron y tropas salieron de ambos lados, bloqueándole el camino. El cielo se lleno de cabinas con luces cegadoras y no vió otra salida que echar a correr. “Rastreador de mierda” pensó con rabia.

Dió la vuelta y la picó con todas sus fuerzas; balas lo atravesaban, él sentía dolor, pero no sangraba. Al llegar a la otra acera más tropas salieron de ambos lados, y atrás de ellas más parecían brotar del suelo. Estaba acorralado, con las manos en el aire y rodeado de luces. Una cabina voló sobre él y un shock eléctrico lo hundió en el más oscuro silencio.

Por fin logro entender lo que decían los altoparlantes:
“Se busca al androide ADL-655321-02 por violación a una de las leyes fundamentales de la constitución universal del año 3012: la maquina se enamoró de un humano. Se le aplicará la pena máxima”