Crónicas a causa de un higado inservible

Ayer parecía que iba a ser un día divertido; había la reu de Lorenzo, la de Stephanie y la de Tamara.

Fui a ver a mi hermana cantar al Carmelitas y llegamos tarde a mi jato. Llegué y habían unos artistas seteando una expoventa de artículos navideños, y mi mamá quería comprar pizza, entonces nos fuimos a Domminos. Luego de 14 minutos llegaron dos pizzas, una de peperoni y una americana. Me atraganté cuantas pude y luego regresamos a mi jato. Como ya eran las 11 salí al toque hacia la reu de Stephanie. 

Me recibieron con una botella de ron y me dijeron "ponte al día". Luego de un vaso y un par de secos ya estaba empilado. Llegó un brodersito y me dijo que me quería mucho; luego de un rato se puso violento y cuando estaba a punto de cortarme la yugular con una espátula para servir torta decidí escaparme a un lugar seguro: la/el ascensor. Mi plan consistía en quedarme en el piso 15 un rato hasta que se me pase todo, pero fue truncado por gentes que apretaban botoncitos, mareandome más.

Mi hígado se graduó de incompetente. Luego de un rato termine en el baño saludando simultáneamente a nuestro querido Alan, a Fuji y a Toledo; podía ver los pedazos de pizza mal masticada.

Kim me llevo a mi casa. El portero maricón del edificio de Jimena no quería dejar que me siente en los sillones mientras esperábamos al taxi. Pegarle hubiera sido hacerle un bien a la humanidad, pero me sentía demasiado mal.

José dice que crecer es un oficio triste. Me acuerdo cuando decía que no iba a tomar, hasta que hubo un concierto de Los Chobis y como celebración brindamos con Ruskaya (que cuesta S/. 0.20 centimos más que el Paramonga) y fue divertido. Ahora todo el mundo chupa y somos todos unos cagados.

Creo que es hora de que regrese el Alonso abstemio.