domingo, 30 de octubre de 2011

Cranéala bien

Cuando me di cuenta de que Otto, el perro, ya podía salir a la calle y regresar sólo, me sentí como un gallo inflado; era todo un padre orgulloso de su hijo. Ya antes me había sentido así cuando cazó su primera paloma -a los 4 meses-, pero un padre nunca deja de sentirse así. 

Ahora sólo tengo que abrirle la puerta y cerrarla luego de que haya regresado; camina como si fuera dueño de la  pista, erguido, haciendo música con el son de sus garras en la vereda -porque no deambula por la pista-, huele un par de arboles, marca los arbustos, uno que otro poste, se acerca a los peatones y les salta para que le hagan cariñito, ensucia algún jardín, se entretiene con los olores que encuentra por ahí, y cuando termina su rutina (que por lo general tiene forma de cuadrado perfecto) regresa, sube las escaleras y entra a su casa. Y es genial, porque así no tengo que salir a la calle en piyama en el frío de la mañana.
Poco a poco, su rutina se fue haciendo más larga, hasta más lejos, y le fui dando más confianza. Y fue haciendo amigos nuevos.

Un día, Otto, me presentó a su nueva novia. Era una perra, y justo por eso no me gustaba, pero no le dije nada y decidí dejar que él sólo se de cuenta de todo. Al fin y al cabo ya tiene 2 años, lo que en dog years serían 14, por lo que ya está grandecito para empezar a descubrir el mundo. La cosa es que a las dos semanas regresó cabizbajo, con la cola entre las piernas, triste y con las orejas todas revolotadas. No quería comer. Le pregunte qué pasaba y me contó que ampayó a su novia con 3 perros chuscos a un extremo del parque, bien coqueta, entre que se correteaban, se mordían las orejas y bajaban por las escaleras que van a la costa verde a cazar ratas. Nunca más quiso nada con perras.

Toda mi vida he sido ingenuo. Bueno, no sé si ingenuo, pero he creído mucho en la gente. Solía decir cosas que en manos de una buena persona no habrían causado ningún daño, pero que en malas manos se volvían problemas. Creía (y espero seguir creyendo) en que la gente es, por default, buena. No tengo razones para pensar en que una persona es mala desde un comienzo. Otto, como buen hijo mío, es igual que yo, y un mal día me presentó a su amigo Antonio; un perro gordo, millonario, burlón, que pregunta y pregunta estupideces para joder y sacar alguna cosa con la cual fregar a uno. Los rollos de grasa cuelgan a cada lado de su cadera, y parece que tiene la cabeza muy pequeña para el cuerpo que tiene. Es de raza el perro, así que mira a los demás con un aire de superioridad rebasante, y se regocija en los problemas de los otros perros. Evidentemente no me caía para nada, pero de nuevo no le mencioné nada de eso a mi can. A la semana, Otto me contó que fue al parque y los otros perros del barrio lo miraron feo, y por supuesto que el no entendía por qué. El chisme era que Otto estaba saliendo con una gata siamesa de nombre Nina, y por eso sus amigos lo querían fuera del grupo. Claro que eso era mentira, pero el miserable de Antonio era así de jodido. Otto nunca más volvió a hablarme de él, afortunadamente.

A la larga aprendió solo, y ahora siempre lo veo en el parque con un grupo de perros educados, y como no le vacilan las perras, terminó estando con esa gata de los rumores.


No me acuerdo de cual era la moraleja.

Ya me acordé.

Los amigos son la familia que uno elige en esta vida; quizás terminen siendo más cercanos a ti que la tuya propia. Son, quizás, la elección más trascendental que vas a tener en tu vida, así que cranéala bien.


Tú no escojes a tu familia; fuiste producto de la unión entre tus padres luego de un proceso que, dentro de las posibilidades genéticas, fue aleatorio, y lo mismo le paso a ellos y a sus antepasados. Por lo tanto, muestras madres nos fueron asignadas, básicamente, al azar. Lo mismo pasa con nuestros padres, abuelos, tíos, hermanos, etc. Si te tocó una madre chévere -como a mi-, aprovéchala; si te tocó una mala, piña. Sea cual sea el caso, estás prácticamente obligado a convivir y aprender a relacionarte con ellos; lo ideal es que la relación dentro de una familia, sin importar las características de sus miembros, sea armoniosa.

Pero, uno si escoje a sus amigos. Y es una de las mejores y más grandes oportunidades que nos da la vida. Es la posibilidad de armar una nueva familia, a tu medida, que no se va a pelear contigo por herencias y que tampoco estas obligado a ver en días festivos, a pesar de que no los quieras ver. Van a ser tus nuevos hermanos. Por lo tanto, es un proceso sumamente delicado e importante. Cranéala bien.


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